lunes, 13 de abril de 2009

'El inspector' de Nikolái Gógol


'El inspector' puede que sea la obra más divertida que he leído nunca, la comedia más perfecta que me he encontrado nunca, hilarante y seria a la vez, grotesca pero equilibrada, una sátira implacable pero también una reflexión moral de lo más pesimista.

En un pequeño pueblo ruso de provincias, delante del anuncio de la llegada de un inspector general de Moscou con instrucciones secretas, las autoridades locales (el director del hospital, la directora del colegio, el jefe de correos, el juez, el jefe de policia y sobre todo el alcalde) se acojonan de lo lindo porque todos alguna vez u otra han recibido un soborno o han cometido alguna que otra irregularidad en su oficio, nada que no sea algo habitual, pecados de nada, minucias como mandar azotar una viuda.

La obra tiene un timing cómico que es impecable y un humor absurdo de lo más inteligente. Mezcla gags clásicos y físicos con un humor inteligente basado en juegos de palabras y mordacidades incisivas. Es como un episodio del Monty Python's Flying Circus decimonónico. A ver si algún día encuentro el momento para leerme 'Las almas muertas'.

Gógol era un escritor satírico immejorable, el mejor que he conocido, pero se ve que el pobre quería ser un moralista. Se ve que no le gustó ninguna representación de 'El inspector' que tuvo la oportunidad de ver, porque todas la representaban como si fuera una sátira y no un cuento moral. Se ve que quemó dos veces la segunda parte de 'Las almas muertas' porque era muy bueno escribiendo sátira pero cuando quería ser un escritor moralista era malísimo.

Se ve que murió medio loco por no poder aceptar que era un escritor satírico. Una pena porque la sátira cuando está bien hecha, trasciende las situaciones concretas y se acaba convirtiendo en una reflexión sobre la naturaleza humana tan profunda como cualquier otro subgénero con mayor prestigio. Pero Gógol murió medio loco por no poder aceptar lo que era. Pidió que dejaran su cuerpo sin enterrar hasta que empezara a mostrar signos de descomposición porque tenía miedo a ser enterrado vivo. Evidentemente no le hicieron caso y dice la leyenda que cuando durante el centenario de su muerte exumaron su tumba encontraron dentro del ataúd evidentes signos de lucha. No quiero intentar averiguar si esto es cierto o sólo una leyenda, porque quizás sea com Nikolái Vasílievitx y no me guste aceptar la realidad. Eso sí, espero no acabar como él.


Enlaces: una página con algunos de los cuentos de Gógol traducidos al español.

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