viernes, 30 de septiembre de 2011

'El tiempo sin ventanas' de Elena Chizhova


‘El tiempo sin ventanas’ de Elena Chizhova es una novela contemporánea (escrita en el año 2009) pero con gusto clásico. Ambientada en el San Petersburgo soviético de principios de los 60, está protagonizada por una madre soltera, su hija que no habla y que se comunica a través de sus dibujos, y tres abuelas que se han quedado completamente solas y sólo se tienen las unas a las otras. Estas cinco mujeres formaran una atípica familia, se ayudarán entre si (mientras la madre va a trabajar a la fábrica, las abuelas cuidan de la niña, y en realidad al final todas acabarán cuidando unas de las otras), se querrán y formarán una unidad compacta para intentar sobrevivir, porque ya se sabe que es más fácil resistir si formas parte de un grupo que si vas en solitario.

Es una obra muy triste: las protagonistas las han pasado y siguen pasándolas canutas. Y aún así, está llena de tanta ternura que hay momentos que casi parece una obra optimista. La madre se mata trabajando, las abuelas han perdido a todos sus hijos y familiares queridos porque el estado se los ha quitado de en medio (pero de esto no se habla nunca en voz alta), hay escasez de muchas cosas (pero más que nada de libertad), y la amenaza de un final trágico plana siempre sobre sus cabezas. Y aún así, hay tanto amor en estas páginas que te da la sensación de que es una novela esperanzadora. Es una obra sobre supervivencia, falta de libertad, mujeres fuertes que no se rinden nunca, y sobre cómo la infancia puede ser un paraíso por más que el mundo que te rodee esté lleno de crueldad.

Me encanta la forma en que las historias que cuentan las abuelas se introducen no sólo dentro de la obra sino también dentro de la imaginación de la niña, distorsionando a veces su percepción de la realidad. Me encanta lo carismáticos y bien trazados que están los personajes de las tres abuelas, que al principio parecen todas iguales pero poco a poco, a medida que nos adentramos en su pasado particular, van ganando en matices. Pero también me encanta el coraje y la valentía de la madre. Y luego está la forma en que la trama se va desenvolviendo, de una forma natural y a la vez mesurada, con una precisión perfecta. Y, lo repito, finalmente está la ternura (que no cursilería). En definitiva, es una auténtica pequeña joya; de las que ya no se hacen.


martes, 20 de septiembre de 2011

'Teatro completo' de Alexander Pushkin



El ‘Eugene Onegin’ de Alexander Pushkin es probablemente mi libro favorito. Lo leí hace bastantes años. Desde entonces lo he vuelto a releer en un par de ocasiones. Pero no ha sido hasta este año que me he animado a leer algo más de Pushkin. Primero fueron unos pocos cuentos, que me gustaron pero no me entusiasmaron, y ahora me he atrevido con el teatro, que me ha gustado más que los cuentos pero aún queda muy lejos del ‘Eugene Onegin’.

Del teatro de Pushkin lo mejor es el ‘Boris Godunov’, que pretende ser una adaptación a la literatura rusa de las tragedias históricas de William Shakespeare. Aunque no queda a la altura del mejor Shakespeare, sí que está muy por encima del peor Shakespeare (sí, yo estoy dispuesta a argumentar cualquier día que Shakespeare no es infalible y que escribió obras verdaderamente mediocres). Ambientada a finales del siglo XVI, narra el ascenso y caída de Boris Godunov, un tipo listo y sin escrúpulos, que supo estar en el lugar y el momento adecuados y llegó a ser zar, pero que no tuvo un muy buen fin. Las escenas se suceden con un ritmo y una eficacia impecables. Hay fragmentos bellamente escritos, como cuando el zar o el impostor que pretende ser zar, en un arrebato de spleen, sueltan monólogos llenos de quejas y lamentos, en los que se ve la influencia romántica que siempre hay en Pushkin.

El problema del ‘Boris Godunov’ es que para querer ser una tragedia no es especialmente trágica: Godunov muere enfermo en la cama y en toda la obra no hay un verdadero héroe que nos despierte empatía. Es como si Pushkin pareciera más preocupado en ser fiel a la historia que en crear grandes personajes que puedan pasar a la historia de la literatura. Aún así, la estructura de la obra es perfecta, está bellamente escrita y de fondo tiene un tema que siempre será válido: un impostor derroca otro impostor, pero no importa porque el pueblo sigue siendo mandado como siempre ha estado.

Luego están las “escenas dramáticas” o “pequeñas tragedias”, cuatro piezas muy breves que Pushkin escribió en poco más de dos semanas y, si me propusiera ser mala, diría que se nota. Hay (otra) revisión del mito de Don Juan (un mito que nunca me ha interesado especialmente), una sobre un caballero avaro que sería mejor si fuera una simple comedia y no tuviera un final trágico que no casa con el tono cómico del principio, otra algo rara sobre un banquete durante una epidemia de peste, y finalmente la mejor con diferencia: una protagonizada por Mozart y Salieri. Supongo que porque en ésta el protagonista sí que encarna una emoción con la que todos podemos empatizar. Yo creo que todos nos hemos sentido Salieri alguna vez, todos alguna vez hemos visto como nos esforzábamos por conseguir algo pero luego venía otro y, sin ningún esfuerzo, se llevaba todos los premios. Es una pieza breve pero realmente grande.

Y finalmente están las dos obras inacabadas, que apuntan maneras, te enganchan y luego te hacen lamentar que no estén terminadas. Está una obrita aventuresca sobre un burgués que quiere ser caballero, pero luego cuando ve cómo es el mundillo, decide que mejor enfrentarse a los nobles, y luego lo atrapan, y luego se termina. Aún es mejor otra sobre príncipes que seducen hijas de molineros y hadas que viven en el fondo de un río, muy del gusto romántico y realmente preciosa. Y hasta aquí llega el teatro de Pushkin, que yo recomendaría a los que tienen curiosidad por todo lo ruso, los que gustan de la literatura con influencia del romanticismo, y los que aman los escritores capaces de crear belleza con las palabras.